Omertà autoimpuesta

20/04/2015

Llevo meses observando un fenómeno en Twitter sobre el que me he abstenido de opinar hasta ahora. He procurado mantenerme al margen para evitar confrontaciones innecesarias, pero me lleva reconcomiendo todo este tiempo, por lo que es hora de comentarlo.

Gracias a Internet se ha producido una explosión de autores que, por distintas razones, están autopublicando sus novelas. La potencia de plataformas como Amazon o los servicios como Tagus, auspiciado por Casa del Libro, permiten a escritores noveles lanzarse a conquistar al público lector que puebla la red de redes. Dado que no cuentan con el apoyo de una editorial, de un agente o de un padrino, los escritores independientes forman su propia red de promoción, difundiendo el mensaje de la existencia de obras propias y ajenas por las redes sociales, una suerte de Hermandad de Escritores Independientes, metafórica y sin más requisitos que el oficio compartido, cuya motivación principal es la solidaridad entre pares y el deseo de encontrar posibles compradores, tentándolos con unos precios hipercompetitivos y gran variedad de géneros literarios entre los que escoger. Un buen apoyo para el recién llegado, como el arriba firmante.

A pesar de que yo he conseguido que una editorial publique mi primera novela, mucho del trabajo de promoción recae sobre mí mismo. Dándome cuenta de lo bueno que es para cualquiera que otros escritores colaboren con la difusión de la obra de uno, busqué a alguno de esos autores independientes. Al tiempo, otros se fijaron en mí. Hubo quien me ofreció reseñas positivas a cambio de hacer lo mismo con un par de obras que me indicaron. Dado el alto número de seguidores de la cuenta que contactó conmigo decidí probar con una de sus dos recomendaciones, la que resultó ser más de mi gusto. No recuerdo cuántas páginas leí antes de desistir. Fueron pocas. Estaba mal escrita, mal maquetada, la trama alteraba varios puntos de vista de forma confusa y los personajes me resultaron poco atractivos. Me enfrenté a un dilema: o hacer una crítica de cinco estrellas sobre cinco posibles como se me pedía, mintiendo a quien la leyera, o destrozar la novela como creía que merecía, arriesgándome a que por el camino me acribillasen con reseñas negativas en venganza. Mi decisión fue clara: omertà autoimpuesta. Renunciar a mayor exposición para mí y mi novela a cambio de no decir algo malo de un autor independiente.

La experiencia me dejó bastante mal sabor de boca. Tal vez estaba siendo injusto con el autor. Tal vez estaba mostrándome prepotente, sin darme cuenta de que, tal vez, mi novela merece idéntico tratamiento. Pasado un tiempo decidí que tendría que probar con otro autor, a ver si esta vez tenía más suerte. Había contactado con otras plataformas y algunos autores me habían seguido, por lo que no faltaba variedad a la hora de escoger. No he sido capaz de decidirme. Un título, una línea breve del argumento, un precio y un enlace no han sido bastantes para empujarme a dar el paso. Tan breves argumentos no han sido capaces de seducirme, a pesar de que alguna oferta dejaba el precio de la novela por los suelos. Ni por ésas. Otra vez me veía sin el apoyo de la Hermandad de Autores Independientes, esta vez por ser incapaz de elegir a quién de ellos devolver el favor.

Hay un factor que ha contribuido sobremanera a mi indecisión. Todos estos autores se dedican a mandar tweets constantes sobre sus obras o la de algún amigo. Compra mi novela. Descarga el adelanto de la mía. De vez en cuando, algún mensaje sobre un tercer autor, antes de volver a lo mismo, una y otra vez, con la insistencia y compasión de un taladro girando al máximo de revoluciones. Compra, descarga, compra, descarga y vuelta a empezar. Me he llegado a preguntar si estos autores son reales. Si hay vida detrás de sus mensajes machacones. Me gustaría saber qué libros están leyendo, aparte del suyo y del de sus camaradas. Me gustaría saber quién les hace tilín o les provoca sarpullido, si Iglesias o Rivera. Si resulta que no quieren posicionarse ideológicamente, tal vez tengan opinión sobre asuntos más banales. Messi o Cristiano. Los Vengadores; Batman vs. Superman o ninguno, porque lo que importa es cómo lo hará Jared Leto en el papel del Joker, tras los recitales de Nicholson y Ledger. Si vieron el último episodio de Juego de Tronos o se han vuelto incondicionales del único ministerio español decente, El Ministerio del Tiempo. O si, como a un colega de un foro o al mismo Matthew McConaughey, se les ha caído la lagrimilla cuando han visto a Harrison Ford decir “Chewie, estamos en casa”. Tal vez la existencia de otro ser humano con el que compartir afinidades más allá de lo literario me hiciera comprar su libro. No soy el único que piensa así. Encontré este artículo al respecto gracias a un tweet interesante que enlazaba otro texto de la misma autora, sobre cómo la autopromoción no vende libros. (El enlace que adjunto es la propia réplica que se da a sí misma la autora). El sexto punto es el que coincide con lo que acabo de exponer.

A día de hoy sigo en la misma coyuntura. Si quiero tener algo más de repercusión tengo que ser solidario a mi vez. Pero quiero mantener mi honestidad intacta, no venderla al mejor postor a cambio de un puñado de retweets. Mientras tanto, hasta que encuentre a alguien a quien merezca la pena apoyar o alguien se sienta ofendido por este artículo y me desacredite a través de las redes sociales, omertà autoimpuesta.

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