La (in)trascendencia de lo periférico
13/07/2015Durante muchos años confundí a la banda que había editado un disco clásico del llamado Funeral Doom. Yo pensaba que Trascendence into the Peripheral era un disco de Thergothon, pero es de Disembowelment, ambas bandas pioneras de un estilo que llevaba el lento Doom Metal a un extremo aún más desasosegante y pesado. No os voy a poner un enlace al disco, de hecho, no lo estoy escuchando ni yo, que estoy con el nuevo de High on Fire, infinitamente más accesible a todos los oídos. Pero me sirve para titular un artículo que no tenía idea de qué carajos iba a ir.
Durante semanas me he dedicado a hablar de la trascendencia de lo periférico en el deporte, sobre todo en el fútbol. He pasado de puntillas por encima de la actualidad, buscando detalles en los márgenes, rememorando la infancia, halagando a grandes periodistas o componiendo una extraña oda, nunca mejor dicho, a uno de los mejores futbolistas que han hollado la tierra. Sin embargo, llega la época veraniega y el material escasea.
Entonces surge la pregunta: ¿Qué hacer cuando lo periférico se vuelve intrascendente? ¿Cuando lo que ocurre no te da para un artículo completo porque está sobado y resobado, no lo has seguido más que por crónicas o simplemente no te llena lo suficiente como para producir un artículo mínimamente interesante y que todo salga forzado tanto al escribirlo como al leerlo? En ese caso me invade el famoso bloqueo del escritor, la página en blanco me llena de horror vacui y un artículo de mil palabras se convierte en una tortura maratoniana que tarda horas en estar lista, para desesperación de autor y editor jefe.
No queda otra que estrujarse el cerebro hasta dar con algo que pueda explotarse como artículo deportivo. El problema es el fin de la temporada futbolera y el no seguir en directo otras competiciones deportivas. La cosa está complicada. El culebrón de los fichajes es un muermo para autor y lector del que ya me salí por la tangente dos semanas consecutivas. Las noticias sobre las vacaciones de los futbolistas en la prensa deportiva es una parte de lo que me lleva a confirmar el daño que ha hecho la prensa del corazón al resto del periodismo desde hace veinte años, o más. Podría dedicar un artículo a la imperiosa necesidad que tienen las marcas de ropa en sacar cada año nuevas equipaciones para los clubs de fútbol, las aberraciones como las rayas verticales de la nueva camiseta del Barça o la tendente uniformización de las segundas camisetas, pero más allá de la estupenda idea que han tenido en el Rayo Vallecano de dedicar la franja de la segunda camiseta a la lucha por distintas causas sociales, formando un arco iris que ha propiciado críticas de oportunismo e intentar homosexualizar el mundo y que a un servidor le han dado ganas de comprar; no encuentro en ello un tema lo bastante atractivo para dedicarle todo el esfuerzo de un solo texto.
Tal vez el tema podría ser las elecciones a la presidencia del Barça. La conveniencia o no de convocarlas en verano, sobre si Nobita merece ser reelegido o pateado del puesto, o si de una puñetera vez habría que implementar el voto por internet. No puedo hablar del catalanismo de Laporta porque no se puede hablar de política. Tal vez la cuestión está en la Junta Gestora y sus fichajes, pero el tema para mí está claro, no debería haber fichado y punto. Quizá sea interesante hablar de que Benedito devolvería a Arda Turan si gana, lo que pasa es que en una línea lo despacho: sería un error y creo que le va a restar votos. También podría sumarme a la marea mediática sobre Casillas y su salida al Oporto. Me sucede igual que con lo anterior, tres líneas y a otra cosa: pese a que su rendimiento ha bajado notablemente en el último par de años, creo que no merece una salida por la puerta de atrás, que ha sido un símbolo del madridismo tan importante (o más) que el sobrevalorado Raúl y que ojalá viva una segunda juventud a lo Buffon.
Igual es buen momento para dejar la estrechez de miras y hablar de otros deportes. Al fin y al cabo, ya lo hice con el Mayweather-Pacquiao, aunque más de la mitad del artículo fue para hablar de mi vida cotidiana. Echo una ojeada al As a ver qué se cuece y empiezo a sopesar mis opciones. Anda la NBA en pleno movimiento de traspasos, pero más allá de los 145 millones de Anthony Davis, de la tangana DeAndre Jordan-Mark Cuban o de que sigan en la brecha viejos rockeros como Duncan y Garnett, lo sustancial es la renovación de Marc Gasol por los Grizzlies y, sobre todo, su ausencia en el Europeo de septiembre, un palo duro para la selección. Aunque ojeo por encima la lista y los nombre de su hermano Pau, Felipe, Rudy, Llull, Sergio Rodríguez (a quien deberían cantar de vez en cuando eso de «la rica salsa canaria se llama mojo picón, como hacía el gran Andrés Montes) o Mirotic, junto con una nueva generación de jóvenes llamados a grandes cosas me deja bastante tranquilo. Veo que aún me daría tiempo a ver la final de Wimbledon, con dos grandes como Djokovic y Fereder peleando por la ensaladera, o la carrera de Moto GP, de nuevo con Márquez en la pole, pero tengo que acabar esto antes porque hemos quedado para comer con unos amigos para celebrar el cumpleaños de ella y todavía tengo que ducharme, lo cual me lleva un rato extra para cuidar mis bienamadas greñas.
Si lo pienso bien, lo mejor sería hablar de una puñetera vez de deporte femenino. Que no basta un artículo de vez en cuando dedicado a la tragedia de estrellar un balón en el larguero. De que es buen momento para cuestionar al seleccionador español tanto por su método como por sus formas. De volver a maldecir el nombre del presidente de la federación y de paso del del presidente de la LFP. De alegrarme por Garbiñe Muguruza y la batalla que le planteó a la legendaria Serena Williams en la final de Wimbledon, pese a que no vi el partido. De congratularme otra vez por la selección femenina de baloncesto, que no se baja del podio europeo aunque esta vez el metal de la medalla sea bronce y no oro, pero sigue ahí, lo que indica la solidez del bloque del que se bajan las veteranas y encuentran relevo en las nuevas generaciones. Tal vez aproveche para preguntarme si el lío con Gala León, la federación de tenis y los tenistas sea menos una cuestión de machismo como de malas decisiones federativas, pues no he visto charla de vestuarios tras el nombramiento de Conchita Martínez. Y ya que estoy de paso, alegrarme un montón de que Ruth Beitia no sólo siga compitiendo, sino que lo haga al más alto nivel. Las viejas rockeras nunca mueren y me alegra un montón.
Después de andar meditando un rato, me he dado cuenta de que ninguno de los temas me inspira como para hacerle un solo artículo, pero que trampeando un poco y picoteando de aquí y allá he salvado el día. Robándole descaradamente la idea a Lope de Vega del soneto que le mandó hacer Violante cumplo con mi obligación a mi nivel, no al de Lope. Para llegar a mi nivel hay que hacer prospecciones petrolíferas, pero sin fracking, por favor. Añadiendo de BSO a Watain tributando a Bathory, que ya se acabó el disco de High on Fire. Para que luego digan que no me inspiran los clásicos, musicales y literarios.
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