Charlando sobre Transilvania.

04/07/2014

Una pequeña introducción sobre la novela, cortesía de Melanie Calvo.

 

– ¿Qué te ha llevado a escribir?

Desde pequeño he tenido bastante imaginación para las historias, por suerte no sobrevive ninguna. En el último año del instituto gané un concurso de relatos, en mis siguientes intentos no tuve tanta suerte, pero la verdad es que esos textos no estaban a la altura del primero. Pasé un tiempo sin escribir ficción, pero siempre con posibles ideas para un relato o una novela. Mi propia situación personal me llevó a dar el paso adelante, y ponerme con mi primera novela.

– ¿Por qué la crisis como tema de tu primera novela?

Fue accidental. La verdad es que tenía en marcha otra novela, a la que volveré en algún momento del futuro, pero un día surgió una idea argumental demasiado buena como para dejarla pasar. También enlazaba con la posibilidad de escribir algo sobre Valladolid, pero ésta no era más que algo difuso, por lo que aproveché la ocasión. La cuestión de la crisis surgió como catalizador de la idea principal, que me vino con principio y final, y para que el personaje principal llegase a donde yo quería que lo hiciera necesitaba una situación tan dramática como la crisis económica que nos asola. Quizá a algún escritor no le guste que construya una historia de forma tan determinista, pero qué se le va a hacer. Y por si fuera poco, también me ha servido de catarsis, pues parte de las frustraciones del protagonista las comparto con él.

– ¿Quienes han sido tus influencias a la hora de escribir esta novela?

He intentando no fijarme expresamente en nadie, pero es innegable que el estilo de la novela negra está ahí: sencillo, directo y duro. El narrador en primera persona con tanta mala leche probablemente esté inspirado en el Peter Brown de Burlando a la Parca, de Josh Bazell. De esa novela también me gustan los diálogos, eléctricos y chispeantes, como los de Elmore Leonard, a quien considero un maestro en ese aspecto.

– ¿Por qué te decides a autoeditarte, en vez de buscar editorial o hacerlo con plataformas online de autoedición, como puede ser Amazon?

Hay varias razones para ello. Primero, el desconocimiento. Sí, sé muchos nombres de editoriales o sellos, pero la mayoría son de grandes editoriales, a las que no aspiro a entrar, y de las pequeñas, me suenan algunos nombres, pero no en cuál podría encajar Transilvania.

Después la situación de los escritores de mi generación. He leído un par de antologías de escritores nacidos en los ochenta, algunos con trayectoria ya consolidada, y ninguno de ellos ha publicado con grandes editoriales. Sabiendo eso, descarté directamente probar a enviar la novela a las grandes editoriales.

Una parte importante de la decisión la tienen los costes. Las editoriales pequeñas no pueden permitirse el lujo de hacer grandes tiradas y perder dinero, por lo que apuestan por imprimir pocos ejemplares. En sí no es un problema, pero las imprentas hacen descuentos cuanto mayor es el número de unidades, y las editoriales pequeñas no demandan esas cifras, por lo que les sale más caro editar sus libros. Ello repercute en el precio final del libro.

Finalmente, el precio. Al hacerme cargo de la venta directa del libro, sin intermediarios, puedo poner el precio que considere adecuado. El lector, por otro lado, sabe que todo lo que pagan, menos los impuestos, va para el autor. Eso permite que la novela se venda a un precio atractivo, lo que redunda en el escritor novel: si vendo mi libro al mismo precio que un autor consagrado, es más probable que el lector se incline por el autor que ya conoce, en vez de darle la oportunidad a uno nuevo. La parte negativa es no contar con la promoción que plataformas como Amazon hacen de los libros que editan, por lo que la novela es menos visible para el público.

– ¿Tienes la intención de que esta novela sea la voz de tu generación?

¡Rotundamente, no! Siempre detesté el anuncio de Europa FM en el que se autoerigen como representantes de la música que me gusta, o es la significativa de mi época. Me parece de un pretencioso y un engreído increíble. La novela tiene elementos con los que se pueden identificar buena parte de los lectores de mi edad, pero también hay otros con los que no sea así. Se le atribuye a Shakespeare una frase que viene a decir que no puedes agradar a todo el público, pero sí a una parte. Yo aspiro a gustar a una parte de los posibles lectores.

– Denominas a Valladolid “Transilvania” en tu novela, pero por otro lado la conviertes en una parte importante, casi como un personaje. ¿A qué se debe esta contradicción?

A que el papel que juega la ciudad en la evolución del personaje (repetiré esto varias veces para evitar spoilers) es bastante importante. Al protagonista le gustaría poder marcharse, pero carece de los medios para ello, por lo que aumenta la frustración que ya siente por su situación laboral. Para el protagonista, Valladolid es el equivalente a la Transilvania que cantan Eyaculación Post Mórtem, pero se ve irremediablemente atrapado en ella.

Además, me gusta cómo las ciudades no son sólo un escenario donde contar una historia, sino que tienen un significado añadido para los personajes, como Baltimore en The Wire, por ejemplo.

– ¿Por qué esa relación de amor-odio?

Porque aunque la ciudad no le guste, hay lugares donde el personaje principal se siente a gusto, y conoce gente con la que se lleva de maravilla, lo que le sirve de consuelo. Por eso valora tanto esos rincones donde obtiene algo de paz.

– ¿Y por qué el protagonista demuestra tanto odio en general, y en particular hacia su ciudad? Parece que está enfadado con el mundo.

Dada su situación personal, es para estarlo, al menos según su punto de vista. Enfadado con el mundo o no, él expresa tanto odio porque cree que es la mejor forma de canalizarlo. No quiere que se acumule en su interior y que todo acabe con un gran estallido. Por lo tanto, no se corta a la hora de repartir resentimiento a diestro y siniestro.

El odio a su ciudad viene de dos frentes distintos. Por un lado, él juzga que ciertas reformas arquitectónicas de la ciudad son, al mismo tiempo, crímenes estéticos y una forma de acabar con el patrimonio histórico local. Por otro, él se considera una persona normal, pero cierta gente lo considera un marginal peligroso por su forma de vestir. Él cree que hay un ambiente supuestamente elitista en la ciudad, un modelo a seguir que a él no le satisface, y al romper la norma, es juzgado negativamente por una parte de la ciudadanía. Al mismo tiempo, él no tiene nada de marginal, ha crecido en un ambiente de clase media y tiene un título universitario, por lo que se encuentra en una curiosa dualidad: para unos, es un marginal, para los auténticamente marginales, es otro niño bien. Dadas su convicciones sociopolíticas (que aunque no estén explícitas en la novela son fáciles de desentrañar), vuelca toda su insatisfacción hacia la la clase dominante, a la que desprecia del mismo modo en que cree que le desprecian a él.

– En la novela la violencia está muy presente, e incluso se podría pensar que el protagonista es una persona violenta hasta cierto punto. ¿No crees que esto se puede interpretar como una justificación o apología de la violencia?

Mi intención no es, en absoluto, hacer apología de la violencia. Pero comprendo que, dada la presencia de la misma en la novela, haya quien interprete que la justifico. Cuando tratas un tema tan delicado como éste es fácil meter la pata y hacer lo contrario de lo que pretendes. El problema de esta pregunta es que, para poder contestarla bien, tengo que hacer un spoiler mayúsculo, y no quiero. Así que, en esta ocasión, voy a escurrir el bulto descaradamente. Pido perdón por ello.

– ¿Cuánto hay de realidad y de ficción en la novela? ¿Podría decirse que es autobiográfica?

En las descripciones de la ciudad he intentado ser lo más fiel posible, aunque siempre existe el filtro de lo que llama mi atención. También hay elementos que han podido cambiar desde que fueron recogidos, pues empecé a tomar notas hacia marzo o abril de 2013.

En cuanto a las peripecias del protagonista, algunas están tomadas de mi vida, pero muchas las he deformado y exagerado para que se adecuaran a la novela. También el protagonista comparte gustos conmigo. No es completamente autobiográfica, pero algunas situaciones sí las he vivido, otras son producto de mi imaginación, sobre todo, las de la segunda parte de la historia.

– Al leer la novela la impresión o la idea que recibe el lector es la de que el protagonista no sabe relacionarse con las mujeres, no sabe mantener una relación amorosa, y además nos culpa a nosotras de ello. ¿Qué hay de cierto en eso?

De nuevo, es parte de la construcción del personaje. Para llevarlo a la situación a la que quería tenía que presentar ciertas características que ayudaran a entender su evolución. Creo que realmente sí sabe relacionarse con las mujeres, es lo suficientemente inteligente para ello, pero tiene dos problemas: inconstancia y un ego mayor del que le gustaría admitir. Tampoco quiero dar demasiados detalles, de nuevo por los spoilers.

Sobre culpar a las mujeres de ello, entramos en un terreno particularmente pantanoso. Discrepo ligeramente, porque culpa principalmente a una mujer, no a todas. Cierto es que, en ocasiones, hombres y mujeres nos comportamos con un patrón parecido, pero culparlos a todos es la salida fácil. La pregunta es: si tienes un conflicto con otra persona, ¿lo tienes sólo con ella o con todos los miembros de su mismo sexo? También hay que tener en cuenta el ego propio, a lo mejor la culpa (o parte) es tuya. En mi propia experiencia, a veces, aun dando argumentos razonables y razonados, cuesta dar la razón al otro, o entenderle completamente. Es una cuestión bastante compleja.

Yendo a la novela, ambas partes exponen sus motivaciones, corresponde al lector decidir quién tiene razón y quién no.

– ¿Crees que la sociedad y las instituciones os han fallado a los jóvenes? ¿O es más un problema de que no habéis aprendido a ser adultos en momentos difíciles, sólo sabéis desenvolveros cuando todo va bien y es fácil encontrar un trabajo porque ese es el ambiente en el que habéis crecido?

Creo que hay una parte de culpa de la gente joven, y otra, bastante mayor, de las instituciones. En plena crisis, ha habido jóvenes que han sabido capear el temporal, por lo que cabe plantearse si hemos hecho lo suficiente para encontrar trabajo. Claro que no todo el mundo tiene la misma inventiva, la misma persistencia, o, en algún caso, suerte. En un momento dado de la novela, se plantea si los personajes que intervienen tomaron la decisión correcta. Hablando de la vida real, un ejemplo es una compañera de carrera a la que hacía tiempo que no veía y me encontré en un centro comercial: los dos habíamos/estábamos estudiando un máster, pero ella había elegido uno de español para extranjeros, y estaba dando clase en Estados Unidos. (Era verano cuando nos vimos, ella estaba de vacaciones).

Pero la autocrítica no puede servir de excusa para las clases dirigentes, o los típicos que se apuntan al carro, para excusar la pésima actuación de las instituciones. Hemos tenido dos gobiernos de distinto signo, a cual peor. Los sindicatos están apoltronados, y sólo salen de su letargo si gobierna la derecha. Las empresas utilizan cualquier argucia para bajar los salarios, abogan por el despido libre con mínima indemnización, no contratan por falta de experiencia, exceso de ella, o por edad, mientras los altos cargos viven como quieren. Los bancos han utilizado los fondos de los rescates para pagar pensiones millonarias a sus directivos, pero no conceden créditos. Se nos habla de autoempleo, pero las trabas burocráticas son interminables, y la presión fiscal de los autónomos, alucinante. ¡Y mientras, en vez de perseguir evasores fiscales, se les perdona parte de la deuda! Es absolutamente inaudito.

Que los jóvenes nos hayamos acomodado, es cierto. Pero no menos cierto es el párrafo anterior. Pero siempre habrá quien haga hincapié en los jóvenes, y luego se fume un puro. Ya lo hemos visto con el gobierno. Lo peor, que lo haga gente de a pie. Que los hay. Una situación totalmente lamentable.

– ¿Crees que la gente joven se sentirá identificada al leer la novela?

Al menos con una parte sí. El protagonista también tienen opiniones y comentarios que no serán del agrado de todo el mundo. Pero creo que muchos se identificarán con los problemas laborales del protagonista y sus amigos. Todos nos hemos preguntado alguna vez qué hacer con nuestra vida, y en estos tiempos de confusión, aún más. Los recién licenciados en paro encontrarán muchos puntos en común con esta novela.

– ¿Y crees que los mayores os entenderán mejor al ver la situación desde vuestro punto de vista?

Honestamente, no lo sé. Unas veces pienso que sí, otras que lo descartarán como los gimoteos de un niñato sin ganas de trabajar. La respuesta más sensata que se me ocurre: quien ya estuviera preocupado por la situación de los jóvenes, empatizará más con ella. Quien no, depende de cada caso, y de mi habilidad para conmoverlos o no.

– ¿Crees que al contar esta historia puedes ayudar a mejorar la situación de los jóvenes en España?

¡La pregunta del millón de dólares! Hace no mucho, se publicó un artículo al respecto. Si hablo con el corazón, ojalá fuera así. Si hago caso a mi cabeza, pienso que, por muy buenos que sean, ningún libro de ficción puede cambiar el mundo. Veremos si lo hace “El Capital en el siglo XXI” de Thomas Piketty. Por volver a la ficción, ¿ha cambiado algo “En la orilla” de Rafael Chirbes, a pesar de todos los premios y alabanzas? No lo creo. Además, mis esperanzas en esta novela son más bien modestas. Me vale con que la gente lo lea y lo disfrute. ¿Cuánta gente? Prefiero hacer un cálculo pequeño, el batacazo será menor.

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